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martes, 27 de abril de 2010

Es grande el destino y esta ciudad es chica...

Ayer, un momento de esos que rara vez pasan digo yo. Resulta que hace dos meses conocí a un chico en una fiesta. Todo iba sobre ruedas hasta que su amigo metió las cuatro (patas) y ya ni tiempo me dio para preguntarle su teléfono y apenas si supe de su nombre, Ivan. En una ciudad de 3 millones de habitantes, con innumerables carros rojos sería imposible encontrarlo. Aún así no perdía las esperanzas.

Ayer el bus me dejó una cuadra mas adelante y venía muy tranquila, cruzando una calle cuando veo un carro rojo. No vi al conductor sino a su acompañante, al parecer una mujer regordeta. Luego dirigí mi mirada al piloto y casi me muero del susto. Era el chico, con pelos y señales. Y yo que tanto tiempo llevaba buscándole sin esperanza alguna. Solo le dirigí una mirada y una sonrisa maliciosa, luego me fui caminando aún atónita por lo que había visto. Es que cuando menos te lo esperas es cuando las cosas te suceden. No creo que vuelva a ver a Iván. Pero los milagros, aunque pequeños, existen.

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